#yo sí me vacuno

Hoy me ha llegado por fin, después de diez meses de pesadilla colectiva, el turno para mi primera dosis de la vacuna contra el Covid19. Y ha resultado ser con ello un día de emociones enfrentadas y de incómodas contradicciones. De enorme alegría y tremendo desasosiego al unísono.

#yosímevacuno
otro pardillo con el 5G instalado en el cuerpo

Alegre, sin duda, por un paso histórico en esta lucha. Incómodo y preocupado porque, pese a él, nada apunta a que los meses próximos no vayan a seguir siendo devastadores.

Orgulloso de la ciencia en general y como una vez más ha demostrado, sin ninguna posible duda, ser la única capaz de abrir el camino hacia el progreso. Triste porque el ansia privatizador a nivel mundial y la desamortización de la investigación pública en occidente hacen que ya veamos como inevitable e incluso natural que avances científicos de este alcance se den bajo la iniciativa privada. Y más triste de que además se nos quiera vender como la demostración de lo eficaz de esta vía frente a la anquilosada ciencia institucional, cuando simplemente ésta se ve privada de los fondos que los distintos gobiernos, es decir todos nosotros, le han proporcionado a las farmacéuticas privadas.

Contento por la entrega de una plantilla de la sanidad pública que, pese al desmantelamiento de los últimos años, sigue estando al pie del cañón, dispuesta a trabajar mañanas, tardes y fines de semana, para poner en marcha toda una campaña exprés de vacunación. Enfadado porque los responsables de dichos equipos, normalmente los menos capacitados de todos ellos, siguen tomando decisiones absurdas y fuera de toda evidencia como la de contraindicar explícitamente la vacuna a las madres lactantes, cuando todas las instituciones científicas se han posicionado ya en contra de tal contraindicación.

Feliz de que, creo que por vez primera, la Unión Europea decida organizar y llevar a cabo exclusivamente desde el ámbito público un asunto tan importante para la ciudadanía en general, decidiendo (con errores y con aciertos) una priorización y un calendario y todo ello de manera “gratuita” (si, nada de gratis, pagada entre todos) y no, como seguro que más de uno ha presionado al respecto, dejándolo en manos del libre mercado para que quien más pudiese pagar accediese a las primeras dosis y el resto fuese haciéndolo conforme con el tiempo fuese bajando el precio. Enfadadísimo porque, como siempre, todo esto que tanto nos ilusiona ocurre tan solo en ese occidente insolidario que vive de espaldas al resto del mundo. Porque ninguna de estas dosis llega al Tercer Mundo y porque a nadie le preocupa. Como no nos preocupan tantas injusticias que se cometen a diario con sus ciudadanos pero después nos indigna y asusta que fruto de tantos atropellos la gente de aquellos países se vea obligada a arriesgarse a morir ahogada y congelada en el mar para llegar a “nuestra casa”.

Satisfecho con ver que por fin la protección del personal sanitario se vea como una prioridad. Quizá por el eco de los aplausos de las ocho que tanto me dio por saco. Quizá porque alguien vio que en una situación de pandemia, un personal sanitario desprotegido acababa siendo el principal foco de propagación de la infección al resto de la sociedad. Sea cual sea el motivo, satisfecho con la decisión. Perplejo de ver como compañeros sanitarios colaboran con ese absurdo descrédito de la ciencia y ese sinsentido negacionista y de como son precisamente los que en su momento se buscaron cualquier estratagema para desaparecer del lugar de riesgo en los peores meses de la pandemia, aquellos que abandonaron no solo el barco sino a los compañeros que lo mantenían a flote, sin más argumento que su miedo al virus era insuperable, son precisamente los mismos que ahora más vociferan que no piensan ser los primeros que se vacunen.

En general, y pese a todas las contradicciones posibles, contento, muy contento de haber recibido esta primera vacuna. Porque aunque haya sido, y siga siendo, y lo sea cada vez más, tremendamente escéptico frente a los oscuros intereses de la industria farmacéutica y desconfiado de las capacidades de los encargados de los asuntos públicos, sigo siendo más escéptico de toda ese negacionismo new age sin sentido que se autopostula como alternativa y más desconfiado de la capacidad de autorregulación del libre mercado y la competencia capitalista. Y sin duda triste y preocupado de como estos días los hospitales y las UCI se están llenando del Espíritu de la Navidad evidenciando cómo por mucho que nos quejemos de la industria y los gobiernos, a fin de cuentas ni uno ni otro son más egoístas, ineptos e impresentables que el conjunto de todos nosotros.

Por eso, si alguna duda tengo respecto a la vacuna es simplemente si realmente vale la pena intentar salvar esta humanidad. Pero dado que como Apocalipsis este del Covid19 es una mierda y sólo va a servir para terminar de joder más a los que ya estaban jodidos, mientras esperamos un Fin del Mundo en condiciones, #yosímevacuno

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